¿Cómo evangeliza la familia? La familia anuncia el Evangelio , en primer lugar, por la acogida a los hijos, porque eso quiere decir que el amor de esa pareja es fecundo, que está abierto a la esperanza.

En segundo lugar, por las actitudes de los padres. Los hijos descubren en la familia la primera Palabra, la primera liturgia, el primer signo de la presencia de Dios. En la familia, toda actitud de acoger, de perdón, de comprensión, de libertad, de escucha, está en la raíz del anuncio del Evangelio.

La pareja y la familia son para los demás, a su vez, signo y lugar de encuentro con Dios, el rostro de Dios cercano y encarnado en la historia personal de cada uno. Un lugar de acogida donde se aprende a compartir con los demás, a vivir una relación de gratitud, de generosidad y de apertura.

Cuando vemos que una familia es sólida, en la que se vive con relaciones de amor y de valoración mutuas, en la que las personas no se manipulan, y no se poseen, nos quedamos llenos de admiración; es verdaderamente un milagro de la gracia en nuestro mundo.

Pero lo que vemos más a menudo, y en parte vivimos, es una familia con relaciones a veces tensas y contradictorias, manipulaciones inconscientes y dolorosas, sentimientos demasiado intensos porque no se comparte fácilmente con otros, una familia tiene que hacer frente a valores de la sociedad que están en conflicto con el Evangelio.

Por ello nuestra misión como familia es ayudar a otras familias. Necesitamos ofrecernos unas a otras mucha compasión, presencia, aliento, pero también la esperanza de que la vida de familia puede ser mucho más que aquello con lo que nos contentamos.

La familia es para la Iglesia el centro irradiador y generador de los cristianos del futuro, el corazón desde el que se recrea una nueva humanidad. Ella podría ayudar a la Iglesia a encontrar “una palabra nueva y liberadora”, para tantas parejas en situaciones de sufrimiento (divorcio, separación…)

Recordemos lo que dice el Papa San Juan Pablo II: “La familia está puesta al servicio de la edificación del Reino de Dios en la historia, mediante la participación en la vida y en la misión de la Iglesia”. (Familiaris Consortio. Con.49)