Considero de toda justicia hacer un público reconocimiento a los hermanos Nicolás, Óscar y Víctor Olivos Ovalle que, por muchos años y en su condición de exalumnos del Instituto San Martín de Curicó, han sido grandes propulsores de la causa marista y de mantener unidos a todos los ex condiscípulos en torno a su común e inolvidable colegio formador.

Uno de los principales motivadores y encargado de dar forma y continuidad a la agrupación de los “Peques del 34”, cumpliendo con la promesa hecha a nuestro querido primer profesor - Jefe, el Reverendo Hermano Víctor Teódulo Calvo Sánchez (QEPD).

Recuerdo nítidamente que en una visita que le hice al Hermano Víctor, días antes de fallecer, él me pidió:

“Dile a los Peques que nos dejen nunca de reunirse, aunque yo no esté…”

Él falleció el 10 de febrero de 2001 y nunca hemos dejado de reunirnos, a pesar de que vamos quedando cada vez menos.

En la reunión aniversario del año 2017, nuestro compañero Nicolás Olivos (que casi nunca faltaba) no pudo asistir por su delicado estado de salud y falleció el 28 de Julio del año recién pasado.

Fue una gran pena para todos los “peques” la desaparición física del querido “Colacho”, como lo llamábamos cariñosamente en el seno de nuestro grupo.

Nuestras reuniones comienzan habitualmente junto con el inicio del período escolar, es decir el mes de marzo y es así como estaba dispuesto por los hermanos Olivos Ovalle el primer día de dicho mes en 2017, en la parcela de Víctor quien, como buen ex alumno marista agasaja siempre con mucho afecto y cariño a todos los Peques del 34.

ESPECIALES RECUERDOS.

En esta oportunidad quisiera hacer una breve reseña del dueño de casa y de los “peques” Jaime y Santiago (ambos ya fallecidos) que tuvieron la gentileza de integrarme al directorio del Centro General de Ex Alumnos maristas del Instituto San Martín y así poder conocer por dentro, la labor y el quehacer de ese centro que aglutina tantas memorias y afectos hacia el colegio entrañable que cobijó a nuestras infancias y adolescencias, por varias generaciones.

No puedo dejar de reconocer el lugar donde nos reunimos en los tiempos en que aquella propiedad no era “frutícola ni arbórea” y que constaba de dos ranchas: una para el cuidador y la otra para guardar insumos y enseres propios de las tareas agrícolas. Cuando la adquirió, nos invitó a compartir un “navegado” iluminados por un chonchón y brindamos por un futuro vergel acompañados por el Hermano Asesor del centro y el directorio completo para que conociéramos esta “joyita”, edén del kiwi y el proyecto de lo que posteriormente sería una mansión en que disfrutamos fraternalmente con sus familiares.

Por todo ello, expresé mi deseo -y creo que también fue el de todos los peques- de que dejáramos un testimonio de la gallardía marista que nuestro querido condiscípulo representada.

Era el hermoso dibujo de un “gallo”, obra efectuada con amor y afecto a través del arte visual.

Con los años y desde la fecha en que nos constituimos como agrupación el (18 de junio de 1970) estuvimos como uno de los más numerosos grupos en la celebración del Día del Exalumno Marista.

El tiempo pasa inexorablemente; estamos siendo cada vez menos y la lista será sin duda cada vez más corta, pero nos queda la voluntad, el deseo de vivir y nuestro inquebrantable espíritu de unidad y fraternidad, lo que hace aspirar a estar con vida y presentes para el Cincuentenario de los “Peques del 34”.