La actividad aunó los sentimientos de los escolares maristas que junto a sus profesores y personal colegial acudieron a la cita para celebrar el Jueves Santo con las dos especies que caracterizan dicho día: el pan y el vino, representado a través del fruto de la vid.

La celebración recordó además lo acontecido hace 20 años atrás cuando en similar fecha de un sábado 18 de abril, una comunidad marista expectante se reunió en el mismo recinto en vigilia de espera a la canonización del Santo fundador de la obra marista, San Marcelino Champagnat.

Momento de gozo y alegría que se tradujo en un comunitario sentimiento de celebración de la obra misteriosa de Dios entre los hombres. “Por aquellos que no creen y por aquellos que creemos, por aquellos que lo defienden y por aquellos que tampoco lo hacen, por aquellos que dan su vida en su vocación y por los que no lo hacen, porque –se dijo en la ocasión- para Dios, el Señor, todos somos importantes, aunque tú o yo le neguemos”.

Se resaltó el milagro de la última cena que convoca e invita a compartir de una manera distinta, no necesariamente presente en los grandes sacrificios, sino que está en las pequeñas obras “con las cuales cada uno construye la Iglesia y la vez construimos identidad”.
 
El pan y la vid fueron repartidos entre los representantes de cada curso, recreando posteriormente en sus respectivas salas, en gesto simbólico, la última cena de Jesús junto a sus apóstoles.