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Cristo nos enseña a multiplicar, no a dividir
Por
Angel Gutiérrez G.
Publicado:
17 Junio 2019
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Y al ver que estaban enamorados les dijo: Creced y multiplicaos.
CONTACTO MARISTA. Conocer más y mejor a Jesús es un gran desafío para nosotros, educadores de la fe de nuestros hijos y alumnos. Él se nos presenta como un modelo de vida y de amor, de servicio generoso hasta dar su propia vida por nosotros.
Para conocer la persona de Jesús, sus actitudes, debemos leer, orar su Palabra escrita en los Evangelios.
Hoy les invito a recordar el hermoso pasaje de “la multiplicación de los panes”.

Cuando la luz del Evangelio cae sobre el gris de la pizarra humana, parece que todo se ilumina y cambia de sentido, incluso las matemáticas.
¿Por qué no le escuchamos al Divino Maestro una lección de matemáticas?. Fue muy al principio cuando Él inventó y enseñó a los hombres la tabla de multiplicar. Cuando en la escuela del mundo sólo había un alumno y una alumna.

Y al ver que estaban enamorados les dijo: Creced y multiplicaos.

Luego los hombres, Caín por ejemplo, inventaron la división, como una operación falsa contra el amor.

Hay una tabla de multiplicar en la pizarra de la clase. Dos por dos, cuatro. Cinco por uno, cinco.
Pero sobre el tapiz verde de un prado galileo, Jesús ofrece una lección teórico-práctica a la universidad del mundo. Cristo estrena su nueva multiplicación que tiene por base el amor: cinco panes y dos peces ofrecidos por un joven y multiplicados por las manos de Cristo, igual a 5.000 hombrtes que satisfacen el hambre.
Nosotros, cuando dividimos, partimos. Él, cuando parte y reparte el pan, lo multiplica.

Para salvarse, basta multiplicar por dos.
Como lo dijo el Maestro de aquellos mercaderes entre quienes repartió sus talentos. A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a un tercero sólo uno.
El que recibió cinco talentos, negoció con ellos y ganó otros cinco. Multiplicó su capital por dos y se salvó. El que recibió dos talentos, obtuvo cuatro en total. Multiplicó por dos y se salvó. Sólo el que había recibido un talento, no supo multiplicar por dos. Y se condenó.
Todo lo que hace el hombre en la parábola evangélica, es duplicar lo recibido.

Pero Jesús… llama a los hombres a que le sigan, dejando todo, y les promete el ciento por uno. Seguir la vocación apostólica es multiplicar por cien. Pero Jesús… manda echar la red vacía y casi se rompe con la pesca milagrosa. Y bendice los cinco panes… y se hartan 5.000 hombres.
¡Cristo multiplica por millares! Y con bendición “plena” del Espíritu Santo. María, la mejor alumna en la escuela de Matemáticas de Dios, puso su “sí” y sus entrañas maternales, y su niño fue el Pan del Cielo y el Hijo de Dios.

En María el Pan quedó multiplicado por infinito.

Madre, toma mi cuaderno escolar, corrige mis problemas.
Señor, enséñame tu tabla de multiplicar,
construida con tu compasión por los hambrientos,
con las manos de tus apóstoles
y la generosidad de un muchacho que ofrece sus panes y sus peces.
Amén.

 

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