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¡HABEMUS PAPAM!
Por
Francisco Contreras R.
Publicado:
15 Marzo 2013
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Annuntio vobis gaudium magnum;<br /> habemus Papam: Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum,<br /> Dominum Georgium Marium Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Bergoglio qui sibi nomen imposuit Franciscum.<br />  
Esas fueron las palabras que anunciaron al mundo la unción de un nuevo Papa para la Iglesia católica. Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, de 76 años, ocupará el Trono de San Pedro con el nombre de Francisco. Será el primer Papa Jesuita.

En la quinta votación para elegir al sucesor de Benedicto XVI, el nuevo Pontífice obtuvo los 77 votos exigidos de los 115 cardenales reunidos en el Cónclave. La elección se produjo tras dos fumatas negras, una el martes y otra durante la mañana del miércoles 13 de marzo.

El Papa Francisco es "el primer Papa del Nuevo Mundo", y deberá enfrentar las complejidades que afectan a la iglesia, tarea que acompañó la convivencia de su antecesor y ahora Papa Emérito Benedicto XVI, quien renunció el mes pasado al Pontificado por "falta de fuerzas".

En los tiempos que corren es necesario rescatar la reflexión preclara y certera del Superior de los Hermanos Maristas en el mundo, Emili Turú, quien manifestó el pasado 8 de marzo lo siguiente:

"¡La pregunta no es qué va a hacer el papa por la Iglesia, sino qué vamos a hacer nosotros por ella!

Como se ha puesto de relieve en estas últimas semanas, la figura del papado tiene un carácter simbólico muy importante. Por tanto, no es irrelevante qué contenido se le da a esa función, ni tampoco qué persona la asume. Es evidente que el papa Juan XXIII marcó una nueva época en la historia de la Iglesia, invitando a un retorno a lo esencial y a un profundo aggiornamento, lo cual generó una ola de esperanza en muchas personas.

Con todo, no soy tan ingenuo de pensar que la Iglesia será más evangélica simplemente con un cambio de papa. Dicen que las expectativas son frustraciones premeditadas, así que procuro recordarme que la Iglesia se construye en el día a día por miles de personas que procuran vivir su fe con autenticidad. Y me repito que yo debo ser una de esas personas.

Sí, sueño con una Iglesia sencilla; contemplativa; acogedora sin condiciones; servidora de todos, especialmente de las personas más vulnerables; abierta al diálogo; realmente comunitaria; que dé mayor protagonismo al laicado, especialmente a la mujer…; pero sé muy bien que yo tengo una responsabilidad en construir esa Iglesia.

Si el papa Juan XXIII pudo lanzar la convocatoria del Vaticano II, fue porque algo se estaba moviendo en la Iglesia desde mucho antes. Probablemente, él no fue más que el catalizador de un amplio movimiento de renovación que venía desde las bases de la Iglesia.

La jerarquía de la Iglesia tiene su propia responsabilidad, pero no debiéramos abdicar de la nuestra, como si todo dependiera de un grupo reducido de hombres. ¿No ha sido, de hecho, la renuncia de Benedicto XVI una invitación a que cada cristiano haga uso de su libertad como hijo e hija de Dios, y asuma la responsabilidad que le corresponde?

Quizás la pregunta, pues, no es qué va a hacer el papa por la Iglesia, sino qué vamos a hacer nosotros por ella.”
(Vida Nueva. Nº 2.839.Publicado el 08.03.2013)

La tarea -titánica de seguro -del nuevo Papa para promover una transformación en la iglesia está también en manos de cada católico: una renovación y un nuevo brío para construir de manera auténtica la Iglesia del siglo XXI, y que esta vez sopla con la fuerza de nuestra hispanoamérica.


Texto: compilación Prof. Francisco Contreras.
 

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